Lista Viernes: la lucha desde la ducha
La idea de la Lista Viernes se me ocurrió donde se me ocurren todas las buenas ideas: en la ducha. Un domingo de noviembre después de pasarme dos semanas repitiendo las mismas cosas sobre el infausto 58 bis.
Que le faltaban las preceptivas medidas de garantía de la privacidad de los ciudadanos para las vías que se acababan de abrir.
Que se había tramitado sin ningún tipo de audiencia pública, que no estaba suficientemente bien razonado.
Lo que más me había llamado la atención de todo el proceso es que la gente sólo entendía a la primera el menor de los riesgos, y paradójicamente, el más sencillo de resolver.
Recordemos rápidamente que la reforma de la ley electoral regula por primera vez oficialmente la posibilidad de que los partidos políticos hagan dos cosas, digamos, nuevas:
- El tratamiento de datos ideológicos de los ciudadanos con fines electorales.
- La utilización de datos de los ciudadanos de “internet y otras (haha) fuentes accesibles al público” para “realizar actividades políticas” durante el período electoral.
La novedad más peligrosa e hiriente es la primera.
El tratamiento de los datos ideológicos de los ciudadanos. Proceder a clasificar al conjunto de los votantes en función, claro, de si son de izquierdas o derechas. Pero más allá: posición frente al matrimonio homosexual, frente a la inmigración, a la cuestión territorial, a los centros concertados, a la prevención de la violencia doméstica, pensiones, carga impositiva, toros, televisión pública, en fin… todo.
Proceder a clasificar, o simplemente tirar de uno de los muchos sitios donde ya nos tienen clasificados.
Por eso, la primera novedad es la que obsesiona a las instituciones europeas: el riesgo de que los partidos políticos (o las empresas que paguen para montar estratégicamente sus campañas) procedan a crear mensajes (ya sea de propaganda tradicional o directamente de desinformación). Y luego envíen cada uno de esos mensajes hipersegmentados al ciudadano que más les intereses, apuntando a sus concretas y específicas “zonas de dolor” o “de interés”.
A uno se le ocurren unas cuantas ideas frente a esto, pero el tema es bien complejo. Y a estas alturas, estamos como las propias instituciones europeas: estemos ojo avizor, pero
Pero la realidad es tozuda: este riesgo no es algo que perciba el ciudadano medio en su verdadera dimensión.
Lo que sí llamó la atención al ciudadano de a pie (y fue lo que levantó, creo, el clamor general -para mal-), fue la posibilidad de que los partidos políticos podrían de buenas a primeras remitir propaganda política directamente a nuestros móviles, aplicaciones, buzones de correo electrónico.
Porque, como se denunció en su momento, gracias a la reforma de la Ley electoral, de pronto quedábamos expuestos a la puñetera propaganda electoral mediante medios electrónicos, pero sin contar con ninguna herramienta de protección.
Sí, claro, tienen que ponerte la posibilidad de “darse de baja”, pero pasan dos cosas:
- Casi nadie se ha dado “de alta”.
- Todos hemos experimentado que esa “baja” no siempre funciona, y además, si -como ocurrirá- el grueso del spam se concentra en los últimos días de campaña, siempre podrán agarrarse a que “no les dio tiempo a procesar tantas bajas”.
La Lista Robinson
Para defendernos del marketing directo, tenemos la “lista Robinson”. Un sistema de exclusión publicitaria regulado por la ley, una herramienta que permite a cualquier ciudadano apuntarse en un solo lugar para decir alto y claro que no quiere recibir publicidad de ninguna empresa de marketing directo.
La utilización de la Lista Robinson es obligatoria para las empresas de publicidad -obligadas a cruzar sus bases de datos con la base mantenida por Adigital, con el fin de tomar en cuenta los deseos de esos ciudadanos que se han tomado la molestia de apuntarse.
Pues bien, al regularse por ley (otra novedad, no precisamente beneficiosa para el ciudadano) que la propaganda electoral no es marketing, y no existir una Lista Robinson a efectos electorales, el resultado era que el ciudadano quedaba menos protegido frente a la propaganda electoral que frente a los anuncios de ropa, por poner un ejemplo tonto.
Por eso la idea no era disruptiva ni brillante, más bien era bastante obvia: ¿Por qué no crear una Lista Robinson, pero para el ámbito electoral?
Lista Viernes: Una lista alegal o no regulada en la ley
El primer problema es que esa nueva lista no estaría regulada.
No estaría prohibida ni permitida expresamente.
No sería de uso obligatorio para los partidos políticos, como lo es Robinson para las empresas de marketing.
Y es que pensaba y sigo pensando que esto es una cosa que tendría que haberse pensado con tiempo, en el marco de la introducción del 58 bis, y haberse creado desde la administración y puesto al servicio de los ciudadanos, como medida preventiva.
De acuerdo con el mandato de privacy by design y by default.
Igual que se ha introducido, e implementado, el nuevo derecho de oposición, ejercitable ante el INE, a recibir propaganda en papel en el buzón de nuestro domicilio consignado en el Censo Electoral.
Lista Viernes: No obligatoria para los partidos políticos
Este efectivamente, era el talón de Aquiles de la idea: los partidos políticos no tienen ninguna obligación, ninguna necesidad de tomar en cuenta una lista creada por unos cuantos gilipollas defensores del derecho de protección de datos, y en la que se apunten un puñado de ciudadanos cabreados y gruñones.
Pero ahí también estaba la fuerza de la idea: debía unirnos a todos los ciudadanos. Podría unirnos a todos los ciudadanos.
Tú puedes ser de tal o cual equipo, pero normalmente te gusta el fútbol.
Pero si hablamos de política, tú puedes ser de tal o cual partido, pero normalmente no te gustan los políticos.
Según las encuestas, los partidos políticos son la segunda preocupación del españolito de a pie.
Se lo han ganado a pulso. Tú y yo hemos asistido alucinados a cómo se las gastan, cómo se acuchillan y destripan, en público y en privado en sus luchas internas dentro de cada partido, y los partidos entre sí.
Ese deporte no lo harán olímpico, creedme.
Pero esto no es deporte ni es un Madrid-Barça. No se trata de dar patadas y fingir penalties, sino de hacer avanzar al país. Y el país lleva años bloqueado porque sus partidos políticos se conducen como niños de primaria.
Y como niños de primaria, se pusieron de pronto de acuerdo para introducir por unanimidad el 58 bis y repartirse sus nuevas chuches, entendiendo por tales, los datos de los ciudadanos.
Que les vienen ricos, ricos para estas elecciones.
Ayúdale a caminar
Sí, los políticos son los malos en esta historia.
Por eso hay que echarles una mano: Carlos del Castillo, después de entrevistar a Artemi Rallo (el principal valedor del 58 bis) comentaba apesadumbrado en twitter con Marta Peirano que, en realidad, no parecían conscientes del alcance de lo que acababan de aprobar (el 58 bis).
Ignasi Guardans dijo en twitter que si la gente dejaba por ahí sus datos, no había nada malo en recogerlos y tratarlos. Cuando le contraargumentamos, tuvo a bien repensar su planteamiento y reconocer que se había equivocado, y que la reforma que defendía era contraria al RGPD. Bien.
Se trata del sobeteado mantra según el cual, no nos importa nuestra privacidad, la hemos regalado, esto ya no tiene remedio, sé lo que hacen y lo asumo porque no te importa, etc…
Una leche.
No tienes ni pajolera idea de lo que hacen con tus datos, y si de verdad lo supieras, no repetirías como un loro eso de que sólo es otro lema publicitario validado inconscientemente por tu saturado cerebro.
Sí te importa. Claro que te importa.
Cuando explicamos a la gente lo que se viene en estas elecciones, la pregunta inmediata es ¿Qué se puede hacer?
Cuando el Defensor del Pueblo interpuso nuestro recurso de inconstitucionalidad contra el 58 bis, cuando el Tribunal Constitucional lo admitió a trámite, no dejamos de escuchar la misma pregunta:
.- ¿Llegará a tiempo la sentencia?
.- Claro que no.
.- Y entonces… ¿qué se puede hacer?
Puedes apuntarte en la Lista Viernes. Hazlo: sólo funcionará si nos apuntamos mucha mucha gente.
(Continuará)
Jorge García Herrero
Abogado y Delegado de Protección de Datos